En la escuela era
muy introvertido, incapaz de aceptar su miopía, (sus primeras gafas las tubo a
los treinta años, y hasta los doce se orinó en la cama). Siempre era humillado
por los otros compañeros, cualquiera podía decirle lo que fuese, él se
limitaba a escuchar y a aguantar. No es de extrañar que con el tiempo, su ánimo
se llenase con las lágrimas contenidas y con todas esas injurias. A medida que
iba creciendo, se hacía más tímido con las mujeres, hasta el punto de hacer
fracasar su primer intento sexual, por eyacular en pocos segundos mientras
abrazaba una chica, de ahí surgieron los primeros rumores de su impotencia. A
pesar de su problema, pudo encontrar una esposa.
CASO:
El 22 de diciembre de 1978, Chikatilo mató por primera vez a los 42, abordó en
la calle a una niña de nueve años de edad, y la convenció para que se fuera
con él a una cabaña que poseía en las afueras de la ciudad. Sabía cómo hablar
a los niños, él mismo había sido maestro y tenía a sus dos hijos. Una vez
allí la desvistió con violencia. Accidentalmente, le hizo un rasguño del que
brotó sangre, hecho que le propició una erección inmediata, estableciendo el
vínculo fatal entre sangre y sexo. Luego, sacó un cuchillo y se lo clavó a la
niña en el estómago. Con cada puñalada notaba que se acercaba más al
orgasmo, por lo que no cesó de hacerlo hasta la eyaculación.
Chikatilo los elegía entre la multitud en estaciones ferroviarias y en paradas de autobús, y con algún pretexto, los convencía para que lo siguieran a alguna zona boscosa. Una vez allí les infligía numerosas puñaladas (entre treinta y cincuenta). Casi todas las víctimas sufrían la mutilación de los ojos. A las adolescentes o chicas jóvenes les seccionaba los pechos o los pezones, ya fuera con sus afilados cuchillos o con los dientes. El útero era extirpado con tal precisión que todos los cirujanos de la provincia de Rosstov pasaron a ser sospechosos en potencia. Mientras las violaba, se enfurecía tanto por llegar tan rápidamente al orgasmo que les machacaba la cara a golpes. Para ocultar su impotencia, a veces, con la ayuda de una ramita, colocaba el semen en la vagina de la víctima. En el caso de los niños, los atacaba nada más hallarse a solas con ellos en el bosque: un golpe para aturdirlos con las manos atadas y unos golpes de cuchillo poco profundos para establecer su dominio sobre ellos. Posteriormente los mutilaba a mordiscos, les cortaba los genitales o solamente extirpaba los testículos, que guardaba a modo de trofeo. También arrancaba los ojos de todas sus víctimas, quizás para evitar encontrarse con sus miradas. En algunas ocasiones realizaba estas amputaciones cuando la víctima se hallaba aún con vida, aunque no consciente. En ninguno de los casos se encontraron las partes del cuerpo seccionadas en las cercanías de la escena del crimen Los gritos de terror le excitaban, pero era el asesinato en sí lo que presentaba para él el acto sexual supremo.
El 27 de noviembre prometió que estaba dispuesto a aportar pruebas de sus crímenes si no continuaban atosigándole con los interrogatorios que le recordaban los detalles, y dos días después se derrumbó ante un psicólogo a quién acabó confesando 53 asesinatos. Posteriormente guió a los investigadores a los distintos lugares con la esperanza de que el número de muertes lo convirtiera en un "espécimen de estudio científico".
El 15 de octubre de 1992 fue sentenciado a la pena capital, y fue ejecutado en la prisión de Moscú el 16 de febrero de 1994.